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Queremos un mundo que active un nuevo modelo energético sostenible y en manos de las personas


Antes de la pandemia:

Cubrimos nuestra demanda creciente de energía a partir, fundamentalmente, de energías fósiles. El consumo de petróleo, gas natural y carbón, representa el 81% de la energía primaria a nivel mundial, y el 74% en el estado español. Si incluimos la energía nuclear (12% en el estado español, y 4,9% a nivel mundial), el resultado es que aproximadamente el 85% del consumo energético se satisface a partir de fuentes altamente contaminantes, y controladas por un puñado de empresas que ejercen su poder sobre gobiernos, prensa, y otros sectores económicos. El consumo energético no para de incrementarse, y aunque las energías renovables son la opción de crecimiento de la mayoría de los países y regiones, siguen representando un modelo centralizado en grandes instalaciones, y una pequeña porción en el mix energético.

En España, a principios de 2018, la esperanza por un cambio de modelo energético estaba presente, pero cabizbaja. Se acumulaban por entonces 10 años de parón en el desarrollo renovable en este país. Del cambio climático oíamos hablar de vez en cuando, como el cambio de hora de verano.

Para hacer frente a la crisis climática es necesario dejar gran parte de los combustibles fósiles bajo tierra, obligando a una transformación sin precedentes de sectores clave como el transporte o la industria. Debemos transitar rápidamente hacia un modelo basado en las energías renovables, pero puede ser inviable económica y ecológicamente mediante la simple sustitución de unas fuentes energéticas por otras. Desde numerosos entornos se reclaman además medidas muy ambiciosas de eficiencia energética, pero también de una reducción efectiva de nuestro consumo de energía mediante la transformación del modo de vida hacia otro que priorice el desarrollo social, local, basado en circuitos cortos de comercialización, y en una vida con ritmos menos acelerados.

Poco a poco, ese mismo 2018, aparecieron nuevos rayos de sol. Surgió el primer ministerio de Transición Energética. El autoconsumo energético compartido se iba haciendo realidad, las cooperativas de energía renovable superaban los 100.000 contratos energéticos y los jóvenes dijeron basta y empezaron a movilizarse. Después del coronavirus, creo que entendemos el significado de la palabra colapso.


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Durante la pandemia:

La emergencia sanitaria provocada por la pandemia del COVID-19 ha generado la paralización de muchos sectores económicos en la mayoría de los países, con un efecto directo y notable sobre el consumo de energía. En España, el consumo de electricidad ha sufrido un descenso de entre el 20% y el 25% como mínimo, mientras que las ventas de gasolinas y gasóleos se habrían reducido en un 41% y las de carburantes para aviación casi un 64%, según datos de CLH tras las primeras semanas de confinamiento. La contaminación atmosférica en las grandes urbes y sus entornos ha descendido de forma espectacular, así como las emisiones de CO2. A medio plazo, la probable crisis económica tendrá como efecto que estas condiciones se perpetúen durante una temporada, pero vendrán acompañadas de desempleo y un descenso en la calidad de vida que sufrirán las personas más vulnerables de las sociedades.

El descenso en el consumo de combustibles, por otra parte, ha tenido como resultado el desplome del precio del petróleo, llegando el 21 de abril a cotizar en negativo en el mercado estadounidense. Podría aprovecharse, como muchos sectores están reclamando, para salir de esta crisis apostando por un modelo sostenible, basado en el ahorro, la eficiencia y las energías renovables. Pero también es posible que haya una “vuelta a la normalidad”, una vez superada la emergencia sanitaria, incluso aprovechando para rebajar criterios ambientales y conceder ayudas a industrias contaminantes, tal y como están pidiendo desde el sector de la automoción o el transporte aéreo.

Sin embargo, es posible que esta crisis nos haya aleccionado para la siguiente, la emergencia climática.


La naturaleza del ser humano es reaccionar después de haberse tropezado. Incapaz de esquivar la piedra, nos toca esperar a que el tropiezo sea lo suficientemente fuerte como para reaccionar, pero lo suficientemente leve como para no destruir por completo la vida de los más vulnerables.

Nos vamos a tropezar dentro de poco con esta piedra, una piedra que se llama insostenibilidad ecosocial.

En cualquier caso, alivia experimentar en estos días de confinamiento la capacidad que tenemos como sociedad de pararlo todo si la causa merece la pena. Y la crisis climática amenaza algo tan básico como nuestra supervivencia. El nuevo modelo energético saldrá a flote tarde o temprano, nos va la vida en ello. Sin embargo este nuevo modelo por sí solo no podrá con esto, otros cambios tienen que acompañarle.

De como se aborde la salida de esta crisis dependerá que avancemos en escenarios de futuro más sostenibles, resilientes y que garanticen vidas dignas para las personas, en ciudades con bajos niveles de contaminación atmosférica, y capaces de hacer frente a retos globales como el cambio climático o la pérdida de biodiversidad. Por ello, sería conveniente realizarse algunas preguntas de cara a un futuro más o menos inmediato.


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Preguntas para repensar otro mundo posible:


  1. ¿Necesitamos viajar a países lejanos, con el consumo de recursos que ello representa?

  2. ¿Podría generalizarse el teletrabajo en muchos sectores, ahorrando así combustible y tiempos de desplazamiento, congestión en los transportes y facilitando la conciliación de la vida personal con la laboral?

  3. ¿Existen actividades de bajo consumo energético y de recursos, que permiten el desarrollo personal, la creatividad, y la socialización?

  4. Cuando seamos conscientes de la crisis climática, ¿estará mejor coordinada la sociedad gracias a la experiencia de haber sufrido una pandemia?


Puedes descargar la Guía completa pinchando aquí.

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