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Queremos un mundo cuya base sea una educación que haga a la infancia protagonista de su desarrollo


Antes de la pandemia:

Es evidente que le educación es uno de los pilares fundamentales para el desarrollo de cualquier sociedad y, sin embargo, es igual de evidente que no es una prioridad para los gobiernos.

El planteamiento educativo que tenemos en el S. XXI está desenfocado, ya no sirve. Es un planteamiento centrado en los contenidos con un currículo abrumador, fragmentario, descontextualizado y repetitivo. Se sigue dando mucho peso e importancia a la nota y a la calificación cuando sabemos que un número no dice nada y no evidencia que el alumno haya aprendido, sino que ha memorizado. El fin es conseguir “títulos” (cuantos más mejor) y “llenar” la cabeza de contenidos para educar “personas sabias”.


En los últimos años ha habido una oleada muy interesante de innovación educativa, una apuesta por metodologías activas basada en nuevos planteamientos y nuevas herramientas. Un planteamiento que no se centra tanto en educar a “alumnos sabios” sino “alumnos competentes”. Este cambio ha sido protagonizado por profesores ilusionados y convencidos de que otra educación es posible. Es admirable el esfuerzo, la formación y el trabajo de muchos profesores por pura iniciativa, por puro compromiso con la sociedad, por pura vocación; pero sin un respaldo oficial por parte de la administración que apoye y fundamente esta forma de entender la educación no es suficiente para que la educación experimente el cambio necesario.

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Durante la pandemia:

Con motivo del cierre de los colegios los profesores nos hemos tenido que reinventar de forma rápida e inmediata. No estábamos preparados (ni profesores ni alumnos) para “continuar con normalidad” el ritmo de enseñanza-aprendizaje. Esto ha supuesto para toda la comunidad educativa mucho esfuerzo, mucha incertidumbre, mucha improvisación y ha suscitado preguntas de gran calado.


El debate educativo tan interesante que ha surgido en tiempo de pandemia sólo evidencia el problema de desenfoque que ya existía antes. Ojalá este tiempo nos sirva para replantearnos la educación y centrarnos en lo verdaderamente importante. Al final ha sido un virus y no un experto pedagogo, quien ha hecho temblar los pilares de un sistema educativo que agonizaba y nos haya enseñado la verdadera esencia de la educación: educar para la vida.


Es urgente un sistema educativo que ponga al niño, adolescente y joven en el centro. Que ayude a que el alumno bucee en su interior para que él mismo pueda descubrir sus capacidades, sus pasiones y el lugar que quiere ocupar en el mundo. Una educación orientada a formar hombres y mujeres competentes, críticos y emocionalmente fuertes.

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Preguntas para repensar otro mundo posible:

  1. ¿Cuál debe ser el fin de la educación?

  2. ¿Qué queremos que los alumnos aprendan en las aulas?

  3. ¿Qué es ser inteligente?

  4. ¿Cómo estamos formando a los maestros y profesores del futuro?

  5. ¿Qué metodologías son las más apropiadas para educar a niños, adolescente y jóvenes?


Puedes descargar la Guía completa pinchando aquí.

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